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martes, 16 de febrero de 2010

"Thirst", sangre de Cristo, Amén.

Curioso y macabro romance vampírico que destila clase por los cuatro costados. Una delicia.

Park Chan-wook es quizá, junto a Bong Joon-ho ("Crónica de un Asesino en Serie", "The Host", "Mother"), mi director surcoreano favorito. El creador de obras magnas como "Sympathy for Mr. Vengeance", "Old Boy", "Sympathy for Lady Vengeance" y "Soy un Cyborg", entre otras, se ha labrado una favorable reputación gracias a la calidad suprema que consigue imprimir a sus películas, cuidadas no solo en sus argumentos y guiones sino también exquisitas a nivel formal, procurando innovar siempre en los recursos cinematográficos y confiriéndole a su filmografía un tono fresco y moderno que se materializa en un salto cualitativo en cuanto a estética en todas y cada una de sus cintas. Park Chan-wook es, además de director, guionista de todas sus películas y es uno de aquellos realizadores que no escatima a la hora de introducir escenas duras e impactantes, casi siempre aderezadas de una preciosa consonancia visual y sonora que contrapone sentimientos antónimos, como la repugnancia y la fascinación, simultáneamente. El cineasta domina el medio y se mueve con soltura en él, dando siempre un paso adelante en cada ocasión e intentando buscar la fórmula perfecta para mostrar lo que desea de la forma que pueda resultar más armónica, teniendo además el detalle de ser poco convencional en ocasiones, cuidando siempre todos los detalles del formato. Por primera vez en su filmografía, sin contar con el segmento "Cut" de "Three... Extremes" (compilación de cortos realizada junto a Takashi Miike y Fruit Chan), Park Chan-wook se atreve con una película de género con "Thirst" ("Bakjwi"), una peculiar historia de vampiros, amor y religión.

"Thirst" nos muestra la historia del Padre Sang-hyeon, un sacerdote algo desalentado con el devenir de la iglesia y que busca darle sentido a su existencia colaborando con el tratamiento de enfermedades infecciosas en África. Una vez allí contrae un virus mortal del que se recupera milagrosamente, convirtiéndose en una especie Santo al que la gente sigue enfervorecida. Pero pronto el Padre Sang-hyeon comienza a notar cambios en su cuerpo y personalidad, así como a encontrarle sentido a su prodigiosa y repentina cura... La verdad es que, lejos de lo que pueda parecer, la historia de "Thirst" podría ser más bien una historia de amor algo curiosa, y sobre todo alejada años luz de cintas que mezclan amoríos de vampiros y humanos como "Crepúsculo" y similares; la película de Park Chan-wook es una historia acerca de la moralidad, de la pasión, de las creencias, y como es habitual en la filmografía del cineasta, del dolor en todos sus ámbitos.

El aspecto más interesante de la historia que tiene lugar en "Thirst" es quizá la que corresponde a la relación entre Sang-hyeon y Tae-ju, un idilio algo extraño que no se sabe a ciencia cierta de qué clase es, basado en una atracción fatal mutua y una dosis de manipulación. Como comento no tiene nada que ver con las ñoñerías de "Crepúsculo" aunque tampoco es una relación tierna y pura como la que mantienen los dos niños de "Déjame Entrar"; fundamentalmente se basa en el sexo y en lo prohibido (como se puede comprobar en el cartel no censurado), y precisamente uno de los puntos donde quizá más destaque la película es a la hora de rodar escenas de sexo de forma descarnada y sin tapujos, unas escenas sumamente bien rodadas y con un estilo poco habitual, sosteniendo los planos y enseñando más de lo que una película oriental suele enseñar. En este aspecto el trabajo de los dos actores protagonistas es inmenso. El actor principal es un habitual en la filmografía de Park Chan-wook así como en la de Bong Joon-ho, Song Kang-ho, cuya admiración ya mencioné cuando hablé de él en "El Bueno, el Malo y el Raro", en la cual se come la pantalla en cada aparición en la piel del Raro, como también hace en "The Host", "Crónica de un Asesino en Serie", "JSA: Joint Security Area", "Sympathy for Mr. Vengeance", etc. Esta vez interpreta a un cura serio, algo cansado y decepcionado con el mundo en el que vive y que busca nuevas alternativas para darle significado a su vida; encuentra la solución en sus nuevas habilidades pero no deja de sentir una responsabilidad moral a pesar de su desencanto con la religión y los cambios de filosofía que va sufriendo durante la cinta. Como ya es costumbre Song Kang-ho se luce y demuestra que no solo se le dan de perlas los papeles cómicos sino que sabe ponerse serio y convencer, poniendo de manifiesto que es un actor que con tan solo una veintena de películas a sus espaldas ya es uno de los nombres más destacados del panorama interpretativo coreano. La actriz que interpreta a Tae-ju, Kim Ok-bin, también realiza una gran intervención, cubriendo un amplio abanico de sensaciones y diferentes estados de ánimo que consigue representar con talento. La actriz de belleza especial y sonrisa singular quizá esté algo histriónica en algunos momentos de la cinta pero no es más que una confirmación de las alteraciones mentales de un personaje que parece manipular al vampiro más que a la inversa. Ambos intérpretes cargan la película sobre sus hombros con una gran solvencia y profesionalidad. De hecho todo el reparto cumple con creces.

El tono violento no es del todo explícito pero la cinta no escatima en absoluto a la hora de mostrar escenas bastante repugnantes que tienen que ver con el elemento clave de la cinta: la sangre, aunque precisamente esa es su intención, provocar repulsión; las escenas sangrientas y violentas están rodadas sin tapujos y con una factura técnica exquisita. De hecho toda la película en sí está rodada de forma excelsa, utilizando recursos curiosos, planos rebuscados y unos travelling dignos de un mago del cine como Park Chan-wook. Hay algunas escenas para el recuerdo, como la de la Sra. Ra "hablando" mediante los ojos, las demostraciones de poder de Sang-hyeon o el maravilloso final que le deja a uno un buenísimo sabor de boca. También se debe destacar de la película el uso de los efectos especiales, excepcionalmente bien realizados. "Thirst" es una de aquellas cintas cuyos efectos visuales destacan de forma discreta ya que son casi imperceptibles por su calidad y clase a la hora de ser utilizados, reivindicando que no todos los buenos efectos visuales tienen que estar realizados por ordenador o llenando cada minuto de metraje, como por ejemplo se puede comprobar en exquisitas películas como "Moon" o "Déjame Entrar" en contraposición de espectáculos vacíos llenos de CGI como las recientes "2012" y "Transformers: La Venganza de los Caídos". En "Thirst" los efectos se usan inteligentemente y de forma moderada, pero estando muy presentes y muy bien hechos, cumpliendo su cometido en todo momento y utilizando efectos tradicionales cuando es menester.

La extraordinaria BSO del casi-novel Cho Young-ook (solo ha realizado una BSO además de esta) es un punto fuerte de "Thirst", una composición que gira en torno a un par de temas principales que se van repitiendo en distintas versiones, siempre apoyadas de una percusión y violines muy bien utilizados, y que dan una gran paz, belleza y armonía al conjunto. El guión del mismo Park Chan-wook recrea una historia sencilla, de sexo y violencia, de fuertes dilemas morales, y aunque está muy bien construido en ocasiones resulta algo críptica, o más que eso es que tiene un tramo central algo extraño, donde la relación entre los dos protagonistas no se entiende demasiado bien. El vampiro creado en esta película no se rige estrictamente por las normas más tradicionales, como la de "Déjame Entrar"; en este caso el vampiro tiene gran fuerza, velocidad y agilidad, los sentidos híper perceptivos y su mayor enemigo es la luz solar, pero se refleja en los espejos y no necesita permiso para entrar en las casas ajenas. Su único alimento es la sangre, el no beberla puede llevarle a la muerte, y a diferencia de lo habitual no convierte a sus víctimas al chuparles la sangre sino al revés, cuando beben su sangre vampírica.

"Thirst" es otra joya más que sumar a la filmografía de Park Chan-wook, una cinta de una estética sublime, una dirección fresca y agradable y una calidad técnica superior. Además sus protagonistas llevan a cabo unas interpretaciones excelentes y la extraordinaria música ayuda a disfrutar de esta película de poco menos de dos horas y cuarto que se pasan volando y en las cuales se dosifican sabiamente la acción, el drama, el romance, la comedia (aunque hay poca tiene un ligero tono de humor negro en algunos tramos) y el terror, porque no hay que olvidar que esta película es, a priori, una cinta de terror. "Thirst" sabe combinar repugnancia, sexualidad y ética, haciendo gala de la inteligencia en la mezcla de géneros del cine asiático, y el resultado es una película llena de clase, elegancia y estilo, una cinta ausente de convencionalismos y desgarradora en muchos aspectos, una confirmación del talento del realizador con más proyección de todo Corea del Sur, Park Chan-wook.

Mi puntuación: 8/10.

martes, 29 de diciembre de 2009

"Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera", sencillez poética.

Bellísima metáfora estacional.

Ya comenté hace un tiempo en mi reseña de "Haendeupon" lo que me gusta el cine surcoreano. Recientemente con "El Bueno, el Malo y el Raro" he vuelto a reivindiciar esta denominación de origen. En el párrafo introductorio de la primera di una pequeña lista con algunas de las películas de Corea del Sur que me enamoraron y "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" era una de ellas, una película especial, una película que me abrió la mente a nuevos terrenos cinematográficos. Esta cinta es el paradigma de la clara y enorme diferencia entre el cine occidental y el oriental, de lo opuesta que es la filosofía cinematográfica en cuanto a forma y en cuanto a contenido de ambos puntos cardinales. El cine occidental raramente se permite el lujo de realizar películas que se basen solamente en la espiritualidad, argumentalmente y también formalmente, es decir, que den prioridad a elementos naturales que "fluyen" sin más en pantalla sin buscar estrambóticos argumentos ni complicadas situaciones. Es una cuestión cultural, tan diferentes somos los occidentales de los orientales que el tipo de cine —elemento que refleja la sociedad y cultura al máximo exponente— tiene que ser forzosamente diferente; nos reímos con cosas diferentes, nos asustamos de conceptos opuestos, nos fascinamos con elementos dispares... Es por eso que sería prácticamente imposible toparnos con una película como "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" realizada en Hollywood o España (y que tuviera éxito) porque en occidente un film de esta clase no tiene ni una centésima parte de la tirada que puede tener un blockbuster norteamericano como "Transformers: La Venganza de los Caídos" u otras películas llenas de artificios y espectacularidades varias.

Ojo, que no estoy diciendo que las películas vacías, palomiteras y fáciles sean una mierda, no soy tan gafapasta ni de lejos, el que aquí suscribe es un amante de los blockbusters y del cine comercial como habréis comprobado si os habéis pasado antes por Videa Bien... pero de vez en cuando no está de más probar algo diferente y disfrutar saboreando platos algo más exóticos, y sobre todo apreciar el cine que está realizado con algo de intención más allá de hacer taquilla y punto. Kim Ki-duk es un realizador representativo de esta clase de cine, un prolífico artesano que realiza del orden de una o dos películas anuales desde finales de los 90' y cuyas actuales 15 películas no solo ha dirigido sino que también ha guionizado (todas ellas), además de montar varias, producir otras tantas e incluso interpretar, hacer las veces de director artístico y de producción, decorador, etc. El polifacético surcoreano ha sido el autor íntegro de —más o menos— conocidas películas como "La Isla", "Samaritan Girl", "El Arco" o "Hierro 3" entre otras y sorprendentemente varias de sus películas han visto su estreno en nuestro país, aunque no en todos los cines, claro, pero el simple hecho de que su cine tenga tirada en España es un mérito a reconocer visto el reducido éxito del cine oriental en nuestro país. Reconozco haber visto solamente esta "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" del director, pero solo con este film puede notificarse la gran visión que tiene Kim Ki-duk, el sentido del tempo con el que dota a la narración, lentísimo, casi casi saturante pero sorprendentemente liviano y lógicamente apropiado, también la preciosa fotografía, quizá la mayor baza del film, el inteligente uso de la música, etc. Desde luego no es un director que deba pasar desapercibido.

La historia de "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" es muy simple, todo transcurre en un único escenario, un pequeño y modesto templo flotante en medio de un lago acomodado en la frondosidad de un valle. Allí, que solo se puede llegar mediante una barca, vive un monje con su discípulo, llevan una vida humilde y espiritual, rezándole diariamente a Buda, saliendo del templo solo para buscar víveres y plantas y para conocer la naturaleza. La película muestra, a partir de la metáfora de las estaciones del año, cómo evoluciona la relación entre el maestro y el discípulo, como éste crece y descubre el amor, el odio, el rencor, el placer, la frustración, la redención, la paz... Mediante el discípulo conocemos las distintas fases de la vida de un hombre, la pérdida de la inocencia, la cruel llegada de a madurez, el dolor de las pérdidas y la obsesión, la aparición del deseo, etc. y de paso asistimos a una exploración del alma del ser humano, de su vínculo con la naturaleza, de su espiritualidad.

Mediante puertas que se atraviesan sin la necesidad de pasar por ellas el realizador nos llama la atención: "debéis pasar por aquí"; nos avisa que hay etapas en la vida que son ineludibles, no podemos rodearlas ni evitarlas, y lo más importante, debemos afrontarlas para crecer y para cerrar el ciclo de la vida. Porque la película muestra ante todo un ciclo que desde el mismo título ya se puede prever, una especie de etapas donde la primavera representa un comienzo, un aprendizaje en el que el maestro debe encauzar al discípulo, así como un padre educa a un hijo. El verano es tiempo de conocer el amor, de despertar física y mentalmente, de madurar y dejar atrás la confortabilidad de la infancia, un surgir de los sentimientos. En el otoño es la representación literal de la caducidad de la ingenuidad, del conocimiento real obtenido a través de la experiencia, la única y verdaderamente fiable manera de entender el mundo, de la caída para luego volver a levantarse, buscar redención, purgar el alma para tener la capacidad de encajar de nuevo las piezas del puzle de la vida y entender por fin con claridad cómo funciona este mundo. En invierno llega el tiempo de tomar el relevo, de aplicar los conocimientos adquiridos, de finalmente utilizar sabiamente lo aprendido a base de golpes, encontrarse a uno mismo por fin. Y de nuevo el ciclo se repite, vuelve la primavera y el discípulo se convierte en maestro, se cierra el círculo como en la vida real. Esta preciosa alegoría muestra no solo la historia del maestro y el discípulo en concreto que protagonizan el film, sino que se puede extrapolar a cualquier aspecto de la vida y hasta a la vida en sí misma.

El aspecto verdaderamente espectacular de "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" es el apartado técnico. La extraordinaria fotografía en concreto es uno de los valores más exquisitos y representativos de la película, obra de Baek Dong-hyeon cuya experiencia se reducía a un par de cintas, siendo una de estas "Hae Anseon" del mismo Kim Ki-duk, y que hace una demostración de talento con unas preciosas postales a modo de planos sostenidos valientemente por el director en un escenario natural construido sobre un lago surcoreano de dos siglos de antigüedad, un lugar casi místico por naturaleza, encerrado por las montañas y los árboles y sometido a las inclemencias del tiempo. Baek Dong-hyeon aprovecha el precioso espacio natural para recrearse en los perfiles del templo flotante, una construcción perenne que se mantiene firme pese a la severidad de los elementos, sobre todo el agua, factor sumamente importante en la cinta. La fotografía es tan bella en "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" que deseamos que la cámara se congele en cada plano, poder disfrutar de un paisaje tan tranquilizador, tan reconfortante y no solo en los exteriores del lago se luce el realizador y el director de fotografía, en las pocas escenas interiores y boscosas sabe aprovechar la luz natural y descubrir la belleza de la madre tierra.

El director, que no olvida la crudeza pese a lo exquisito del acabado (hay alguna escena realmente poco convencional), logra que una película de oportunísimos 100 minutos con un ritmo muy lento no se haga pesada, con el solo fluir de los hechos mantiene pegado al espectador que está deseando ver como continúa la historia pero que no quiere verse desprovisto de las poderosas y bellas imágenes que nos ofrece, y eso es lo que hace a la película especial, el elemento clave, la esencia del film, una película poco ordinaria que engancha y enamora y que abre la mente a nuevos horizontes cinematográficos, una cinta con la que te sorprendes disfrutando embelesado cuando quizás en un principio no hubieras pensado nunca que una película así pudiera gustarte. Recuerdo cuando vi por primera vez esta película, haría cosa de 4 o 5 años en un curso/ciclo de cine que servía para ganarse unos créditos en la universidad, allí me pusieron esta cinta para ejemplificar la clase de cine que se hacía en oriente y recuerdo aún lo mucho que me sorprendió descubrirme seducido por la belleza formal de la propuesta de Kim Ki-duk, y eso que en un principio no habría apostado un céntimo por ella. Pero ahí reside la grandeza de "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera", su extrema sencillez, su humildad y a la vez trascendencia la hacen una película única y enormemente disfrutable, de una forma distinta a un "Terminator Salvation" o un "Harry Potter y el Misterio del Príncipe" pero igualmente un deleite para los sentidos.

Sorprende también el uso de la música en la película, escogida cuidadosamente y utilizada aún más cautelosamente. La ausencia total de música en la mayoría del metraje otorga poderío a las imágenes y pone de manifiesto lo poco artificiosa que es la película, y cuando ésta aparece se hace notar mucho más que en cualquier otra producción; a veces la BSO no aparece y otras parece protagonizar la escena. Esa falta de música en los momentos más ordinarios los hace más cotidianos, más cercanos, y en los momentos en que Park Ji-woong —en su primera BSO— pone la nota de sonido es cuando nos damos cuenta de la trascendencia de lo que vemos; a veces siquiera es una canción o una melodía lo que oímos, a veces se limita a una simple nota sostenida, otras a una pequeña melodía de piano, todo muy minimalista, y cuanto más trascendente es la escena a la que asistimos más contundente es la BSO, de un corte muchas veces meramente presencial. Merece especial mención la canción que acompaña a la procesión final del monje, una canción tradicional llamada "Jeongseon Arirang", muy adecuada para esa escena en concreto y un perfecto complemento para las bellas imágenes que la acompañan. Una bonita forma de acabar el film antes de poder ver las últimas imágenes que cierran la cinta perspicazmente.

El reparto de la película es muy escaso, todo se reduce a once actores, ni uno más ni uno menos, así como el equipo técnico está repleto de profesionales cuyos trabajos habían sido de reducido impacto o directamente noveles. Kim Ki-duk se permite el lujo no solo de ser el montador de la cinta sino también de protagonizar el último segmento, siendo quien interpreta al monje adulto en su vuelta al templo. Ese reducido plantel de personajes sin nombre (solo los detectives se presentan) realiza un estupendo y discreto trabajo, destacando sobre todo al monje adolescente del segmento de verano, Kim Young-min y a la chica Ha Yeo-jin, intérpretes con corta o directamente nula experiencia; de hecho la gran mayoría de actores y actrices de la cinta solo han aparecido en esta película o en unas pocas más como mucho, incluso Oh Young-su, el actor que da vida al monje anciano. Este tono casi "amateur" en el equipo técnico y artístico hacen que "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" sea casi una película "casera", pero tras esa humildad hay oculto un talento desbordante por parte de todos los integrantes de la cinta.

Esta es una película que merece la pena ver, una de aquellas joyitas que descubre uno casualmente y se da cuenta lo amplio que es el espectro no solo de géneros cinematográficos sino de filosofía de cine, de forma de hacer películas. "Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera" intenta retratar la alegría, la rabia, la pena y el placer de nuestras vidas a través de las cuatro estaciones y a través de la vida del monje que vive en un templo rodeado de naturaleza, según las palabras de Kim Ki-duk, un realizador que poetiza el cine con un talento y una maña desbordantes y que en esta película aplica todo su arte formal y de contenido. Una cinta de ritmo extremadamente sosegado, de imágenes poderosas y hermosas y de una belleza intrínseca fortísima; su encanto reside en su sencillez, y su secreto es enamorar a primera vista, porque si algo consigue el director con esta cinta eso es precisamente conquistar al espectador. A mí aún me fascina.

Mi puntuación: 8/10.

sábado, 19 de diciembre de 2009

"El Bueno, el Malo y el Raro", eastern colosal.

De occidente a oriente y tiro porque me toca; el spaghetti-western da paso al sukiyaki-western.

En 2007 el excéntrico cineasta nipón Takashi Miike estrenó "Sukiyaki Western Django", una película que con su mismo nombre ya dejaba claras sus intenciones; con esta cinta quiso homenajear el mítico spaghetti western de 1966 realizado por Sergio Corbucci, "Django", que a su misma vez bebía estilísticamente de la japonesa "Yojimbo" ("Mercenario") de Akira Kurosawa, un jidaigeki (drama épico) que tuvo su adaptación occidental en "Por un Puñado de Dólares", la primera en la Trilogía del Dólar de Sergio Leone; mientras, "Los Siete Magníficos" hacía las veces de adaptación yankee de "Los Siete Samuráis", etc. Es así como oriente y occidente se han estado intercambiando cromos continuamente en el género del western, principalmente en el spaghetti western, un término acuñado por el auge del género de las películas del oeste en Italia sobre todo durante los años 60', que después metamorfoseó en el llamado sukiyaki western (permutando platos nacionales a modo de alegoría) que sería el equivalente a las estridencias itálicas en países orientales como Japón o Corea del Sur. Esta retroalimentación ha dado muy buenos resultados en ambos bandos, y como digo en estos últimos años el género ha tenido una revaloración con cintas como la de Miike o "El Bueno, el Malo y el Raro" ("Joheunnom Nabbeunnom Isanghannom" / "The Good, the Bad, the Weird"), película surcoreana de 2008 que podría considerarse un eastern (al fin y al cabo estamos en el Este en esta cinta y en el resto de sukiyaki western) en toda regla, y además, un peliculón de aventuras totalmente épico.

Este género nutrido de exageraciones, ambientes sórdidos y personajes muy estereotipados es un territorio perfecto para el cine surcoreano, especialista en acentuar al máximo la expresividad de los actores y caricaturizar los personajes, además de intensificar la espectacularidad y humor de las situaciones. A pesar del título no es un remake coreano de la película de Sergio Leone "El Bueno, el Feo y el Malo" (aunque se inspira evidentemente en este), teniendo en común la búsqueda múltiple de un tesoro por parte de tres antagonistas y conteniendo planos y secuencias manifiestamente inspiradas en la trilogía de Leone, incluidas "Por un Puñado de Dólares" y "La Muerte Tenía un Precio" (como la secuencia del sombrero cosido a balazos). "El Bueno, el Malo y el Raro" tiene todas las virtudes de "El Bueno, el Feo y el Malo", solo que es más moderna y tiene un tono más humorístico, logrando un entretenimiento como pocas veces se ha visto en mucho tiempo; sin duda es una de las películas más amenas, divertidas y espectaculares realizadas en años.

"El Bueno, el Malo y el Raro" son más de dos horas de pura diversión, secreción de adrenalina y risas; con Manchuria como escenario desértico los tres protagonistas se movilizan hacia un mismo objetivo con distintas motivaciones; el Bueno, Park Do-won, quien tiene intención de destruir el botín para evitar que el Ejército Imperial Japonés se lo lleve, además de querer capturar al bandido Park Chang-yi, el Malo, el cual solo busca vengarse de Yoon Tae-goo, el Raro, un ladrón de poca monta que está interesado exclusivamente por el tesoro. Los tres actores están supremos en sus papeles; Jung Woo-sung es el Bueno, un cazarecompensas letal, impasible, solitario, duro y valiente, armado con su rifle Winchester y ansioso por hincarle el diente a Chang-yi. Jung Woo-sung ha dado el campanazo con este papel y se ha alzado como un actor a tener en cuenta, aunque tenga casi dos decenas de cintas a sus espaldas. Lee Byung-hun da vida al Malo, un villano a la altura que resulta totalmente despreciable, siendo no solo un psicópata realmente letal sino también un desalmado hijo de perra sin escrúpulos. Lee Byung-hun, que ya trabajó con el director en la más que notable historia de gangsters "A Bittersweet Life" ("Dalkomhan Insaeng") —que recomiendo fervientemente— y también ha aparecido recientemente en "GI Joe", lleva a cabo una interpretación caricaturizada, con una estética muy manga, peinado incluido, una silueta negra armada con una Colt y siempre serio y atormentado; su papel es realmente extraordinario. Pero la palma se la lleva el actor de moda en Corea del Sur y por el que siento profunda devoción, Song Kang-ho, como el Raro, un personaje excéntrico y alocado armado con dos Luger y que viste un curioso atuendo que es un caramelo para cualquier intérprete y que solo un actor de la talla de Song Kang-ho podría llevar a cabo exitosamente. El actor, que se está forjando una filmografía espectacular con peliculones como "The Host", "Thirst", "Crónica de un Asesino en Serie", "Sympathy for Lady Vengeance" y "JSA: Joint Security Area", se ha hecho un hueco en el panorama interpretativo coreano y ha aprendido a cambiar de registro con una facilidad pasmosa. Él interpreta al personaje con más presencia y carisma en la cinta (aunque el carisma en este film es elevadísimo), y se come la pantalla cada vez que aparece, mezclando humor, habilidad y suerte por partes iguales. El Raro es un personaje que siempre consigue salir ileso de las situaciones más imposibles ayudado por una dosis sobrenatural de suerte, una gran habilidad y muy pocos miramientos. El resto del reparto está excelente de principio a fin, un casting eminentemente masculino lleno de tipos duros, asesinos y gente de mala alcurnia.

Es una lástima que por ser coreana no vaya a ver estreno en España (y muchos países occidentales), porque si la gente no tuviera prejuicios con el cine oriental (y/o con los subtítulos) podría disfrutar de una de las mejores películas de aventuras de los últimos años. "El Bueno, el Malo y el Raro" tiene muchas virtudes, pero hay un par que destacan poderosamente sobre gran parte del panorama cinematográfico actual: unos efectos especiales de vicio y una dirección majestuosa. Precisamente por estos apartados la película ganó dos premios en Sitges'08. Kim Ji-woon ("A Bittersweet Life", "Dos Hermanas") realiza un trabajo tras la cámara digno de estudio, una realización fresca, moderna, original y con un sentido de la espectacularidad privilegiado. Podría decir ahora mismo sin miedo que es una de las mejores direcciones que he visto nunca, el director demuestra talento y perspectiva y sabe dar a la película un estilo personal, dinámico y maravilloso, con movimientos de cámara que dan una gran agilidad y que a veces son casi imperceptibles, como sacudir la pantalla cuando hay un disparo, zooms y travelling realizados de una forma que no consigo explicarme (ríete tú de los planos-secuencia de "Hijos de los Hombres"), como el tiroteo en el mercado o la sobresaliente secuencia inicial del tren, sin olvidarse de recursos clásicos como cambios de escena a lo Kurosawa o planos exagerados copiados de Leone. Dado el trabajo en este film Kim Ji-woon ha demostrado ser uno de los directores más en forma del panorama mundial. Los efectos especiales son otro de los puntos en los que "El Bueno, el Malo y el Raro" rompe moldes, unos efectos que no abusan prácticamente nada del CGI (y si está presente yo ni me he enterado) con efectos tradicionales, explosiones, extras a tutiplén, caballos, coches explotando, tiroteos brutales, barrios saltando por los aires y todo tipo de piruetas en unas coreografías de tiroteos que son de lo mejor visto en mucho tiempo, exageraciones alejadas del estilo sobrio de Michael Mann que son doblemente divertidas por lo surrealista en ocasiones y seco en otras. Nunca había visto algo que pareciese tan real y bien coreografiado.

La música es otro elemento a tener en cuenta, consciente de lo importante de ésta en un western Dalparan y Jang Yeong-gyu (los dos compositores habituales del realizador) le dan bastante protagonismo y mezclan occidente y oriente en una BSO extraordinaria llena de trompetas, silbidos, palmas y tambores que no se olvida de su origen oriental que está presente subliminalmente, una BSO espectacular que se adapta a la perfección al tono de cada escena y colabora intensamente en la dinámica de la película. Especial atención a la versión del tema "Don't let me be misunderstood" (que pudimos escuchar en el inicio del combate entre la Novia y O-Ren en "Kill Bill: Vol.1") y a la escena que transcurre al son de ésta, una de las persecuciones más brutales y espectaculares que se han podido ver nunca en el cine de acción y aventuras. De lo mejor visto en años. La estética, muy manga y muy del viejo oeste, es otro factor importante. No deja de ser un western pero en la película la influencia oriental se palpa sobre todo en los personajes, como los bárbaros manchúes; es un western con algún tinte moderno ya que transcurre a principios del s.XX, y casi como en la miniserie "Afro Samurai" gusta de combinar elementos que contrastan como caballos y motos con sidecar o cuchillos, hachas y martillos con armas automáticas sofisticadas. El lejano oeste (este) queda reflejado de una forma peculiar y sumamente interesante, logrando un universo propio muy convincente y completo.

A pesar de ser una película para un público variado (ha estado calificada para mayores de 15-16 años en la mayoría de países en los que se ha estrenado) no se corta un pelo; sin ser ni mucho menos gore ni recrearse en lo sangriento no escatima en muertes secas ni innecesarias, en ese aspecto es muy atrevida y no se contiene con lo que serían ridículas restricciones. Tanto el Malo como el Raro son de gatillo fácil y matan por doquier (sobre todo el Malo, que dispara y mata hasta a los heridos), pero es que ni siquiera el Bueno se lo piensa dos veces antes de matar. De hecho todos los personajes que pasan por esta película desconocen el significado de la palabra misericordia, y vuelve a haber tiempo para un argumento recurrente en la filmografía asiática como es la invasión del Ejército Imperial Japonés de China.

"El Bueno, el Malo y el Raro" es un eastern colosal, una película de aventuras, una comedia, una película de acción que tiene todos los elementos para hacer pasar un rato estupendo riendo y alucinando con una historia intensa, divertidísima y emocionante. Los tres protagonistas están inmensos y el trabajo tras la cámara es apabullante, además de lograr unos efectos visuales y sonoros sublimes, de primera clase. Esta película hablada en coreano, japonés y mandarín fue estrenada en su país de origen a mediados de 2008, y países como Japón y Taiwán y Reino Unido, Alemania, Francia y otros vecinos europeos han hecho lo mismo durante este 2009, aunque en España seguramente jamás la veamos a pesar de ser una cinta de aventuras imprescindible. Dado el retorno de las cintas con el salvaje oeste como escenario ("El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford", "El Tren de las 3:10", "Appaloosa", etc.) es incomprensible que no se apueste por "El Bueno, el Malo y el Raro", ya que tiene todo lo que debe tener una película: calidad, diversión, además de la facultad de calar hondo en el espectador. Suerte que el cine oriental sigue estando a nuestro alcance por otros medios, porque sería imperdonable perderse esta maravilla surcoreana impregnada de buen hacer y talento.

Mi puntuación: 10/10.